Llegó un momento en que sentí que mi corazón estaba todo hecho jirones y tan desfilochado que no quedaba ya ningún sitio por donde clavar la aguja para remendarlo. Por eso decidí tirarlo y comprarme uno completamente nuevo.
Me costó acostumbrarme al apresto que tienen las prendas nuevas, a un color diferente al que he llevado durante años, a unas hechuras distintas a las de costumbre y a un aroma que no tiene nada que ver con el detergente de siempre.
Pero le he dado un par de puntadas para cogerle el doble y que no me arrastre, le he arreglado un poco el cuello para que no me apriete la garganta y lo he lavado ya un par de veces con mi jabón de siempre para que no esté tan tieso.
Ahora, por fin, me veo guapa y cómoda con mi corazón nuevo.
Me costó acostumbrarme al apresto que tienen las prendas nuevas, a un color diferente al que he llevado durante años, a unas hechuras distintas a las de costumbre y a un aroma que no tiene nada que ver con el detergente de siempre.
Pero le he dado un par de puntadas para cogerle el doble y que no me arrastre, le he arreglado un poco el cuello para que no me apriete la garganta y lo he lavado ya un par de veces con mi jabón de siempre para que no esté tan tieso.
Ahora, por fin, me veo guapa y cómoda con mi corazón nuevo.
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