sábado, 22 de febrero de 2014

NO ANDABA DEL TODO DESENCAMINADA

Siempre sospeché que la falta de solución al conflicto con ETA, a pesar de la sucesión de diversos gobiernos de diferentes colores incluida una dictadura militar, respondió no sólo a una falta de voluntad política sino también a oscuros intereses creados. El hecho de que, más de dos años después del comunicado del cese de acciones violentas por parte de la banda armada, importe más la situación actual de l@s etarras condenad@s que del cese de las hostilidades confirma mis peores sospechas.

Decididamente, no interesa que el terrorismo deje de ser la principal preocupación de la ciudadanía; el fútbol se toma vacaciones en verano, el paro puede achacarse a cosas que nada tienen que ver con el gobierno y a éste mismo se le termina la imaginación para encontrar temas con los que mantenernos apacentad@s como el ganado. ¿Con qué van a mantenernos entretenid@s si ya no hay atentados que condenar?

Está claro que las víctimas del terrorismo lo han sido también de la manipulación mediática y la utilización política por parte de las diversas instituciones  para la obtención de réditos electorales. Ya es hora de dejarlas descansar en paz.

jueves, 13 de febrero de 2014

QUÉ MONOS SON LOS NEGRITOS


Fotografía:  Ralf Pascual

Quienes tenemos ya años como para alicatar dos cuartos de baño, recordamos aquellos sermones que, desde la iglesia y tanto en misa como en el colegio, se nos daban sobre "los negritos", esas personas que eran el paradigma de la pobreza extrema y a quienes, como buenos cristian@s que éramos, teníamos que ayudar dándoles de comer y enseñándoles el mensaje de Cristo. Llegaba Navidad y había que llevar al colegio una lata de conserva para mandársela a "los negritos". Si no nos gustaba la comida que había ese día, se nos conminaba a comerla bajo el chantaje emocional de que "los negritos no tienen nada que comer" y, en clase de Religión, nunca faltaba una proyección anual de filminas en las que aparecían niños cubiertos de moscas,  de cabeza grande, marcadas costillas y abultadas barrigas, y adultos con los miembros carcomidos por la lepra. Entonces, nos sentíamos los reyes del mambo porque gracias a nuestra magnanimidad, "los negritos" podían comer.

Nos fuimos haciendo mayores y empezamos a ver en la televisión series en las que "los negritos" ya no vivían en África sino en barrios americanos, hablaban español -o eso creíamos- y tenían una casa como la de cualquiera de nosotr@s pero, sobre todo, ya no pasaban hambre y eran tan monos... Eso sí, seguían estando lejos y era difícil verlos fuera de las pantallas. De hecho, la primera vez que vi a un chico negro en persona fue a los cuatro años de edad, mientras paseaba con mi padre y mi hermano, y me llamó tanto la atención que no pude por menos que exclamar con toda mi inocencia "¡mira! ¡un negro!" y mi padre me pegó tal viaje con el ejemplar del Pueblo que llevaba debajo del brazo que ya no volví a sentir extrañeza al ver a alguien más moreno que yo. 

Probablemente sea esa indiferencia ante la apariencia física la que hizo que, años después, no lograra entender por qué, en Estados Unidos, l@s negr@s eran ciudadan@s de segunda, por qué a Rosa Parks se le conminó a levantarse de su asiento en el autobús, por qué Martin Luther King fue asesinado y por qué unos mamarrachos que iban disfrazados como si estuvieran en Semana Santa se dedicaban a linchar a personas negras sólo por el hecho de serlo.

Tampoco entendí por qué en España se empezó a apalear a inmigrantes en general y a personas negras en particular; por qué le dieron una paliza a un compañero de trabajo, nacido en Guinea Ecuatorial, pero nacionalizado español desde hacía años y que había aprobado sus oposiciones en la misma promoción que yo.

Ahora, que los últimos restos de mi inocencia amenazan con irse definitivamente a la mierda, empiezo a entenderlo todo. Ya no somos aquellos reyes del mambo cuya generosidad y benevolencia permitía que "los negritos" comieran mientras el resto de sus necesidades ni siquiera existían para nosotr@s. Sólo somos un@s etnocentristas de mierda cuya autoestima depende de que podamos sentirnos superiores a alguien, porque sentir pena por otra persona sólo se lo permiten quienes se creen mejores que el resto, y ahora, que ya no nos queda nadie de quien compadecernos porque "no sólo de pan vive el hombre" y la palabra de Dios se la pasan por el arco de triunfo, ya no nos gustan tanto "los negritos".

Con lo monos que eran cuando no sabían que tenían derechos...

CUESTIÓN DE CARÁCTER

Siempre me han resultado más atractivos los personajes femeninos con carácter así como las actrices que los han interpretado. Cuando en las series de "rescate", las mujeres sólo eran victimas histéricas, enfermeras, telefonistas o, como mucho, las polis guapas que se enrollaban con el protagonista, en 240-ROBERT, Joanna Cassidy encarnaba el papel de Morgan Wainwright, una piloto de helicóptero apasionada por la mecánica, que no tenía ni idea de cocina y que se pasaba la vida discutiendo con sus compañeros varones. Quizás por eso, mi replicante favorita en Blade Runner, con permiso de Roy, siempre fue Zhora, la prostituta asesina. Siempre me pareció más interesante que la pérfida muñequita de porcelana Pris o la pastelosa Rachael.










sábado, 8 de febrero de 2014

¿QUÉ ES DEMOCRACIA? Y TÚ ME LO PREGUNTAS...

Nos venden como democracia lo que no es sino un menú concertado en el que, como mucho, sólo podemos elegir entre carne y pescado. ¿Qué pasa entonces con las personas vegetarianas, veganas, intolerantes al gluten o alérgicas al pimiento o al kiwi?

La auténtica democracia es una cena "de traje" en la que cada cual lleva sus mejores platos para compartirlos con el resto. ¿Te apuntas?

martes, 4 de febrero de 2014

CUANDO LA CONFIANZA SÓLO ES CUESTIÓN DE UN NOMBRE

Hace más de veinte años, el nombre de Woody Allen saltó a los medios por algo más que su cine y sus neurosis. La relación del cineasta con Soon-Yi, hija adoptiva de Mia Farrow, desembocó en el divorcio del entonces matrimonio en medio de una serie de acusaciones de pederastia hacia  Allen cuya víctima había sido Dylan Farrow; acusaciones que no pudieron ser demostradas y cuyo proceso acabó con la absolución del director.

Ahora, Dylan Farrow ha hecho públicos los abusos que supuestamente sufrió en aquella época y me estoy encontrando con una división de opiniones entre las que yo no me voy a posicionar hacia ninguno de los lados.

Si bien no es difícil caer en la tentación de acusar a Farrow de oportunismo, considerando que toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario, también debemos tener presente que una sentencia absolutoria no siempre demuestra la inocencia del acusado sino la imposibilidad de demostrar los hechos imputados por parte de la acusación.

Ahora bien, sin quitar ni poner rey, y poniendo en cuarentena tanto a uno como a otra, no puedo dejar de hacerme una pregunta importante: ¿nos cuestionaríamos la veracidad de este caso si el acusado fuese un ciudadano anónimo en vez de un afamado director de cine? Todo esto me recuerda el apoyo que recibió Roman Polanski, a quien como director siempre he admirado, ante su detención por un caso de abuso sexual ocurrido en los años setenta y reconocido por él mismo,  y, sinceramente, me duele constatar que la confianza otorgada sólo dependa de un nombre.