Confieso que soy una persona muy visceral y que la expresión de mis opiniones puede llegar a ser bastante encendida cuando el debate arrecia, pero me he acostumbrado a recopilar el máximo de elementos de juicio posibles antes de echar las campanas al vuelo. Es lo que se aprende cuando una ve a otras personas, que van de ilustradas, hacer el más espantoso de los ridículos. Aun con todo, acepto lecciones de alguien que demuestre realmente que sabe de un tema determinado.
Todo esto viene a cuento porque, hace un par de días, los medios hablaron de la cárcel donde va a estar encerrado Behring Breivik por haber asesinado a sangre fría a, según fuentes policiales, cerca de ochenta personas y pude leer también los indignados comentarios de muchas personas quejándose del "exquisito" trato que el citado interno va a tener en dicho establecimiento que, dicho sea de paso, es todo un lujo. Aunque, por lo que he podido leer hoy, esto obedece al concepto de sistema penitenciario que tienen las autoridades noruegas y que, según la prensa, se traduce en una baja tasa de reincidencia.
Me permito por un breve espacio de tiempo obviar el execrable crimen perpetrado por este individuo para recordar los tipos diametralmente opuestos de prisiones que existen en otras partes del mundo y en las que, por faltas y delitos mucho menores, y con escasas o nulas garantías procesales, los internos malviven en condiciones infrahumanas. Esto muestra un amplio continuum dentro de los diferentes sistemas penitenciarios.
Meditemos bien nuestras respuestas. Quizás demuestren que no somos tan buenas personas como creíamos ni tan distintas de cualquier delincuente como nos imaginábamos.
Todo esto viene a cuento porque, hace un par de días, los medios hablaron de la cárcel donde va a estar encerrado Behring Breivik por haber asesinado a sangre fría a, según fuentes policiales, cerca de ochenta personas y pude leer también los indignados comentarios de muchas personas quejándose del "exquisito" trato que el citado interno va a tener en dicho establecimiento que, dicho sea de paso, es todo un lujo. Aunque, por lo que he podido leer hoy, esto obedece al concepto de sistema penitenciario que tienen las autoridades noruegas y que, según la prensa, se traduce en una baja tasa de reincidencia.
Me permito por un breve espacio de tiempo obviar el execrable crimen perpetrado por este individuo para recordar los tipos diametralmente opuestos de prisiones que existen en otras partes del mundo y en las que, por faltas y delitos mucho menores, y con escasas o nulas garantías procesales, los internos malviven en condiciones infrahumanas. Esto muestra un amplio continuum dentro de los diferentes sistemas penitenciarios.
Volviendo al caso que nos ocupa, me planteo de nuevo la misma pregunta que suelo hacerme de vez en cuando. ¿Qué esperamos exactamente cuando se condena a un convicto a una pena de privación de libertad? ¿Que se reinserte y tenga una nueva oportunidad? ¿Que se arrepienta de sus pecados mediante la penitencia y la mortificación? ¿Quitárnoslo de enmedio durante una temporada cuanto más larga mejor? ¿Justicia? ¿Venganza?
Meditemos bien nuestras respuestas. Quizás demuestren que no somos tan buenas personas como creíamos ni tan distintas de cualquier delincuente como nos imaginábamos.