Busco entre mis discos algo con que acompañar el ratito de la comida y el momento en que me pondré con las traducciones para mi hermana y, en un rapto de saudade elijo "Arte que ocultar", el primer disco de Adhoc, más conocidos entre mi círculo como "mis amigos, los de Mallorca". Si bien este primer disco carece de la madurez de "Volver a empezar", su tercer y último disco hasta ahora, conserva una ingenuidad e ilusión que me gusta evocar de vez en cuando.
Empieza a sonar "Mala noche" y mi arroz con champiñones se transforma en magdalena proustiana. De repente, retrocedo hasta finales del 2002 y empiezo a hacer un flashback por mi historia desde entonces.
Son siete años cargados de experiencias buenas, malas y regulares. Siete años en los que he perdido demasiadas cosas: juventud, memoria, inocencia, salud, seres queridos, sueño..., aunque quizás sería mejor decir que las he cambiado por muchas otras: madurez, libertad, sabiduría, experiencia, otros seres queridos...
Pero me gusta pensar, también, en esas pequeñas cosas olvidadas que no había vuelto a hacer desde entonces: ver un Barça-Madrid en el bar de la esquina, volver a llenar la mesa de un bar con mi cuaderno, mi pluma, el móvil, el tabaco, el mechero y un libro; leer poesía con una caja de bombones al lado, gastarme en discos lo que ahora me gasto en libros, ver una función de títeres, comprar una botella de buen vino para mí...
Empieza a sonar ahora "Nada es igual que ayer" y vuelvo a mi cocina, a mi té verde de después de comer y a una tarde de un domingo cualquiera, para encontrarme que, en efecto, nada es igual que ayer, pero que puedo refugiarme en lo que aún permanece ,y que sólo depende de mí que todo eso que ya no es igual sea incluso mejor que ayer.
Empieza a sonar "Mala noche" y mi arroz con champiñones se transforma en magdalena proustiana. De repente, retrocedo hasta finales del 2002 y empiezo a hacer un flashback por mi historia desde entonces.
Son siete años cargados de experiencias buenas, malas y regulares. Siete años en los que he perdido demasiadas cosas: juventud, memoria, inocencia, salud, seres queridos, sueño..., aunque quizás sería mejor decir que las he cambiado por muchas otras: madurez, libertad, sabiduría, experiencia, otros seres queridos...
Pero me gusta pensar, también, en esas pequeñas cosas olvidadas que no había vuelto a hacer desde entonces: ver un Barça-Madrid en el bar de la esquina, volver a llenar la mesa de un bar con mi cuaderno, mi pluma, el móvil, el tabaco, el mechero y un libro; leer poesía con una caja de bombones al lado, gastarme en discos lo que ahora me gasto en libros, ver una función de títeres, comprar una botella de buen vino para mí...
Empieza a sonar ahora "Nada es igual que ayer" y vuelvo a mi cocina, a mi té verde de después de comer y a una tarde de un domingo cualquiera, para encontrarme que, en efecto, nada es igual que ayer, pero que puedo refugiarme en lo que aún permanece ,y que sólo depende de mí que todo eso que ya no es igual sea incluso mejor que ayer.
2 comentarios:
Olé mi niña. Te quiero, guapa.
Efectivamente, nada es igual, pero ni falta que hace. Porque es mejor.
Precioso tu teto, intimista y directo del corazón al corazón. Gracias por escribirlo, lo he disfrutado mucho.
Publicar un comentario