¿Por qué seguir la misma voz que el resto si a mí me gusta la mía? ¿Por qué comprar en los mismos sitios que compra todo el mundo si allí no hay nada que me convenga? ¿Por qué no preguntar cuando no entiendo algo en vez de bajar la cabeza y hacer caso a lo que los demás digan sólo porque lo digan ellos? ¿Por qué ceder mi poder a otros si yo quiero escribir mi propia historia? ¿Por qué callar cuando los mayores hablan ahora que yo soy también mayor? ¿Por qué leer lo mismo que todo el mundo si puedo descubrir otras fuentes de sabiduría? ¿Por qué conformarme con la queja si puedo, al menos, intentar cambiar lo que me molesta? ¿Por qué no guardar las distancias con quien me hace sentir incómoda si, afortunadamente, en mi mundo no faltan personas maravillosas? ¿Por qué no seguir aprendiendo de errores propios y ajenos en vez de flagelarme o, peor aún, de declinar toda responsabilidad? ¿Por qué no seguir buscando un poco de coherencia y equilibrio dentro de un mundo caótico en vez de dejarme ahogar? ¿Por qué dejar de intentarlo?
Ésta es mi voz disidente, la discordante, la que desentona entre el ruido de cadenas y bolas que se arrastran.
Ésta es mi voz disidente, la discordante, la que desentona entre el ruido de cadenas y bolas que se arrastran.