lunes, 26 de diciembre de 2016

MEMENTO MORI

Dejé de leer esas esquelas que, pegadas por todo Toledo, nos informaban de la muerte de alguien aquel año en que, con apenas quince días de diferencia, me encontré con los fallecimientos de dos amigos muy queridos. Con veinticuatro años, una debería pensar que la muerte es algo que sólo les pasa "a los otros" pero cuando, en poco tiempo, has perdido a seres queridos de manera prematura y empiezas a ser consciente de que, por otras circunstancias, el miedo va a ser ya una constante en tu vida, tu relación con ella cambia totalmente.

Desde que trabajo con personas mayores en un lugar del que no van a salir salvo con los pies por delante y, desde que me implico más con el mundo que me rodea y veo a todas esas personas que, grados de separación mediante, van abandonando ese espacio que ocupaban en mi marco histórico particular, no puedo evitar pensar en que cada día ganado a la Parca no es sino un número más en la cuenta atrás.

Ya hace más de dieciséis años que un primer diagnóstico de cáncer me hizo decidir de una vez la manera de afrontar el miedo y atreverme a abandonar mi condición de zombie. Tres años después, una recidiva me hizo reafirmar mis decisiones.

Hoy, a punto de cumplir cincuenta y dos años, prefiero pensar que cada trocito de historia que se marcha es un mensaje para que yo siga construyendo la mía propia mientras haya tiempo para ello. Porque joven o mayor, de forma pacífica o violenta, de manera anunciada o por sorpresa, la gente se muere y punto. Nada hay más seguro en esta vida.

2 comentarios:

ALFOAZ dijo...

Como decía mi madre... vive mucho y sé muy feliz. Es lo que te vas a llevar.

Frantic St Anger dijo...

Ya te digo.