Días de sol y luz, de calor y vino fresco, de tapas y comidas ricas, de amistad y de besos y abrazos pero, sobre todo, ha sido un tiempo para sacarme los restos de plomo de las alas porque lo peor de acostumbrarse a un dolor es acabar ignorando que no es éste lo que nos impide volar sino el peso del lastre que seguimos cargando.
Ahora sólo falta calentar los músculos desentrenados, buscar un buen acantilado y... ¡a volar!
Ahora sólo falta calentar los músculos desentrenados, buscar un buen acantilado y... ¡a volar!
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