En junio de 2008 escribí Alfombras mágicas, dedicado a mis hij@s y haciendo un homenaje a esa niñez añorada, pero sigo convencida de que no es tan difícil volver a ese estado de feliz inocencia.
Cuando me diagnosticaron el segundo cáncer, creé dos personajes a modo de alter ego que me ayudaron mucho a la hora de superar los malos momentos: Nanita, una niña encantadora que se había puesto malita y que era la sobrina favorita de la tita Encarna, la típica tía soltera alegre y de gran corazón. Cuando pasaba un día malo por culpa de los tratamientos, ahí estaba la tita Encarna con sus mimos y sus palabras de ánimo y Nanita no tenía nada más que pedir lo que le apeteciera y dejarse querer.
Ha pasado ya mucho tiempo de eso pero, aunque tita Encarna se murió de viejecita, Nanita sigue conmigo y, cuando me ve más agobiada por "cosas de mayores", me tira de la manga para que le compre galletas de chocolate, saquemos su colección de pipos, escuchemos el disco de Miliki o guarreemos folios con lápices de colores. Entonces me doy cuenta de que, a veces, rebuscando en la inocencia de antaño encuentro las mejores respuestas.
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