Nueve años de edad, tardes de pan y chocolate viendo a los payasos, sábados por la noche viendo Señoras y Señores y descubrir la música que sonaría tarde tras tarde en el transistor de la cocina. Las primeras rebeldías de quien empieza a sentirse atada se mezclan con esa tranquilidad de saberse protegida.
Ahora, ya no hay pan como el de antes, ni el chocolate sabe igual. Sólo queda el consuelo de ver a los viejos payasos en video porque ya no queda ninguno y escuchar aquellas canciones sabiendo que su autor no volverá a componer más.
Ahora la rebeldía sólo es un arma defensiva cuando ya no tengo quien me proteja.
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