Cada vez me provoca más la idea de ser apátrida porque no dejo de encontrar motivos para avergonzarme de este patrioterismo rancio y casposo, que sólo sale a relucir en asuntos que a la mayoría ni nos van ni nos vienen.
Ojalá esa patriotería defendiese la sanidad pública con el mismo ahínco con que defiende los derechos de Repsol sobre YPF, se echase a las calles para protestar por los recortes en educación pública con el mismo fervor con que lo hace para celebrar que "La Roja" ha ganado el mundial de fútbol, o montase la misma bulla ante las continuas bajadas de pantalones del gobierno ante Merkel y Sarkozy que cuando un semanario francés hace burla de cualquier deportista de aquí.
Decididamente, no es ésta una conciudadanía con la que me pueda identificar ni un país del que me sienta orgullosa cuando ya hasta ese rey, que dice ser nuestro máximo representante, se ha convertido en un bufón perpetuo para todo el mundo.
Ojalá esa patriotería defendiese la sanidad pública con el mismo ahínco con que defiende los derechos de Repsol sobre YPF, se echase a las calles para protestar por los recortes en educación pública con el mismo fervor con que lo hace para celebrar que "La Roja" ha ganado el mundial de fútbol, o montase la misma bulla ante las continuas bajadas de pantalones del gobierno ante Merkel y Sarkozy que cuando un semanario francés hace burla de cualquier deportista de aquí.
Decididamente, no es ésta una conciudadanía con la que me pueda identificar ni un país del que me sienta orgullosa cuando ya hasta ese rey, que dice ser nuestro máximo representante, se ha convertido en un bufón perpetuo para todo el mundo.