Cuando el 16 de octubre de 1998, me disponía a levantarme del sofá para hacer la cena, después de haber estado viendo, junto a mis hijos, a David Copperfield por televisión, una noticia de última hora hizo que me quedara inmóvil ante la pantalla: Pinochet acababa de ser detenido por orden del juez Baltasar Garzón.
No voy a contaros la historia porque ya la sabéis pero, independientemente del amargo final que tuvo, hay un par de cosas que me gusta recordar.
La primera es la emoción hasta las lágrimas que sentí al ver a una gran representación de la ciudadanía chilena en el exilio, congregada en Londres ante la Embajada de España, y que gritaba llena de alegría: "¡España! ¡España! ¡Gracias, España!".
La segunda es la indignación de la derecha chilena al decir que en España también había habido un régimen militar y que eso es de lo que debería ocuparse el juez Garzón.
Ahora, años después, el juez Garzón ha intentado, precisamente, ocuparse de eso pero, esta vez, pocas personas vamos a salir a la calle gritando de alegría "¡España! ¡España! ¡Gracias, España!" porque no tenemos nada que agradecer a un estado cuyo sistema jurídico permite la impunidad de los verdugos en detrimento del juez que quiere investigarlos.
Pero aunque no quieran, esta historia también la sabréis.
No voy a contaros la historia porque ya la sabéis pero, independientemente del amargo final que tuvo, hay un par de cosas que me gusta recordar.
La primera es la emoción hasta las lágrimas que sentí al ver a una gran representación de la ciudadanía chilena en el exilio, congregada en Londres ante la Embajada de España, y que gritaba llena de alegría: "¡España! ¡España! ¡Gracias, España!".
La segunda es la indignación de la derecha chilena al decir que en España también había habido un régimen militar y que eso es de lo que debería ocuparse el juez Garzón.
Ahora, años después, el juez Garzón ha intentado, precisamente, ocuparse de eso pero, esta vez, pocas personas vamos a salir a la calle gritando de alegría "¡España! ¡España! ¡Gracias, España!" porque no tenemos nada que agradecer a un estado cuyo sistema jurídico permite la impunidad de los verdugos en detrimento del juez que quiere investigarlos.
Pero aunque no quieran, esta historia también la sabréis.
1 comentario:
"Pero aunque no quieran, esta historia también la sabréis". Di que sí, Frantic, enhorabuena por tu reflexión, ganas dan de rememorar el mítico "No pasarán". ¿Y por qué no hacerlo?
Gritemos: ¡No pasarán!.
Un abrazo fraterno desde esta Argentina agradecida y solidaria con un gran juez.
Susana Guzner
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