Había pasado toda la semana saliendo más tarde del trabajo para poder salir el viernes dos horas antes y, directamente, ir a coger un tren que me llevaría hasta Toledo, transbordo en Atocha mediante, para lo que sería el principio de una semana de vacaciones llena de planes apetecibles. Era el primer año, después de muchos, en que nos íbamos a juntar toda la familia para celebrar el cumpleaños de mi madre. Había un montón de exposiciones interesantes en Madrid e iba a quedar a tomar un café con Riber aprovechando, como decía él, una de sus citas con la Bruja Lola en el Marañón.
Todo se fue a la mierda en menos de cuarenta y ocho horas, igual que se han ido muchas cosas durante todo este año para muchas personas: planes, ilusiones, trabajos, seres queridos, estabilidad emocional, etc.