La patada en los cojones es un consejo inútil: ellos lo saben y es lo primero que se protegen. Si no me creéis, sólo tenéis que fijaros dónde se ponen las manos los futbolistas ante un tiro a puerta cuando estadisticamente hay más probabilidades de que el balonazo se lo lleven en la cara.
Escondernos es un consejo paternalista que no deberíamos admitir cuando ya dejamos la infancia hace años y ahora somos mujeres hechas y derechas con todo el derecho a ocupar los mismos espacios que ellos.
Mientras esperamos que alguien se digne darles consejos a ellos para que no violen, no maltraten, no falten el respeto ni se crean que todo el campo es maría, quizás deberíamos ser nosotras mismas quienes nos "aconsejáramos" perder el miedo a hacer daño para defendernos, no vacilar en sacar un ojo o dar un bocado en el cuello aunque la sangre nos haga vomitar, olvidarnos de ese papel de mater amantissima que todo lo arregla con palabras y besos.
Somos nosotras o ellos. Si al final consiguen su objetivo que, al menos, ellos también sufran bajas en su integridad física. Si en las cárceles hay un código de los internos contra los violadores, estoy segura de que las internas recibirán con un abrazo a quien jodió la vida de su agresor al menos tanto como éste lo hizo con la de ella.