Gente que no ve más allá de sus narices, que repite consignas como loros, que no procesa sino copia, que no vive sino respira y, sobre todo, transpira.
Gente que no se responsabiliza de sus actos, que culpa al prójimo, al entorno o a cualquier ente intangible de sus propios errores.
Gente que no pregunta cuando duda, que no lee los carteles ni el manual de instrucciones.
Gente que vive de excusas pero no de propuestas, que pretende dar lecciones cuando en realidad las necesita, que no intenta solucionar sus problemas pero cree en la charlatanería de quien promete hacerlo por ella, que se decepciona cuando su falso dios le falla pero no tiene problemas para cambiar de gurú.
Gente que disfraza de verdades sus incoherencias en vez de limarlas o, como mínimo, asumirlas, gente que no sabiendo nada cree saberlo todo, gente convencida de que decir "vale" y "perdona" bastan para pagar una deuda.
Gente que, al subestimar inteligencias ajenas, subestima su propia estupidez.
Gente que, realmente, tiene lo que se merece.