"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti."
(John Donne)
"En cada concierto de rock 'n' roll
las campanas doblan por Bon Scott,
por Janis, Lennon, Allman. Hendrix,
Bolan,Bonham, Brian y Moon."
Bolan,Bonham, Brian y Moon."
(Barón Rojo)
No lamento la muerte de una persona famosa -entendiéndose como tal quien lo es por méritos propios de arte y oficio- más de lo que podría hacerlo con respecto a la de cualquier persona anónima o, simplemente, menos encumbrada; de hecho, ni siquiera es piedad lo que siento cuando cualquiera de estas personas me adelanta en algo que, al fin y al cabo, acabaré haciendo yo algún día que espero aún lejano.
Recibir la noticia del deceso de cualquier persona cuya obra me haya resultado de inspiración, admiración o, simplemente, haya formado parte de mi vida es irme despojando de cada una de esas capas que han ido configurando mi existencia tal y como la vivo ahora; es dejar atrás definitivamente aquellos sábados de baile en mi discoteca favorita, las tardes de merienda mientras veía a esos entrañables personajes en la tele, ese viejo aparato de radio donde intentaba grabar mis canciones favoritas esperando que el locutor no empezara a hablar antes de la última nota...
Cada muerte ajena representa un memento mori, un recuerdo de que el tiempo se acaba y hay que aprovecharlo lo mejor posible, unas palabras de agradecimiento a quienes tanto nos inspiraron pero, sobre todo, otra raya marcada en esa pared de la vida que algún día abandonaremos.
No lamento la muerte de una persona famosa por ella; la siento por mí.