Un día, abro los ojos y el mundo se ha vuelto bello. Me miro al espejo y me reencuentro con aquella joven que, a la salida de clase, se sentaba en Zocodover para observar a la gente.
Revivo momentos felices y sé que vuelven a ser míos para siempre. Me sorprendo volviendo a pronunciar palabras ya olvidadas, me impregno de aromas y visiones antiguos que vuelven a ser actuales y ahora sé que me acompañarán mientras viva.
Limpio telarañas, expulso definitivamente todos aquellos demonios que durante años han sido okupas en esa parte del corazón que, hasta ahora, tenía las puertas cerradas.
Acepto desafíos, me libero de prejuicios, descubro que una persona puede ser mucho más que el uniforme que viste y el estamento al que representa, derribo muros para tender puentes y cruzo al encuentro de gente maravillosa.
Me refugio en palabras robadas, en amistades queridas y en paisajes entrañables.
Me refugio en palabras robadas, en amistades queridas y en paisajes entrañables.
Un día, abro los ojos y el mundo se ha vuelto bello. Ahora sé que los deseos se cumplen.