Cultivar una vida requiere cuidados constantes y no siempre tendremos la seguridad de recoger todo lo que hemos sembrado. Tormentas imprevistas, fríos que no cesan o sequías pertinaces pueden destrozar toda una cosecha.
Sin embargo, yo me niego a poner mis días bajo un invernadero y a llenar de química mis noches. No quiero plantar pensamientos transgénicos con la excusa de que son más resistentes, ni deseo un monocultivo intensivo porque no puedo alimentarme sólo de las mismas inquietudes. No quiero agotar mis ilusiones por no dejar, de vez en cuando, un trozo de alma en barbecho.
Nunca he recogido todo lo que he sembrado, siempre se pierde algo por el camino pero, sólo por sentir el dulce sabor de un beso recién cogido del árbol, por salvar una cosecha de amigos, por recoger un manojo de abrazos y un puñado de ilusiones, merece la pena el esfuerzo.
Sin embargo, yo me niego a poner mis días bajo un invernadero y a llenar de química mis noches. No quiero plantar pensamientos transgénicos con la excusa de que son más resistentes, ni deseo un monocultivo intensivo porque no puedo alimentarme sólo de las mismas inquietudes. No quiero agotar mis ilusiones por no dejar, de vez en cuando, un trozo de alma en barbecho.
Nunca he recogido todo lo que he sembrado, siempre se pierde algo por el camino pero, sólo por sentir el dulce sabor de un beso recién cogido del árbol, por salvar una cosecha de amigos, por recoger un manojo de abrazos y un puñado de ilusiones, merece la pena el esfuerzo.