Dejo sobre la mesa el libro que estoy leyendo y el cuaderno cuyas páginas guarreo en un intento de crear algo que realmente merezca la pena, para mirar por la ventana la lluvia que hoy se empeña en vestir de ausencia la tarde.
Hoy casi no habrá parejas que paseen por el parque, mi hermana no ha podido sacar hoy a las niñas y yo no consigo concentrarme en nada de lo que hago.
Sólo me apetece mirar por la ventana, observar los pasos de las pocas personas que han preferido ignorar el mal tiempo, escuchar los sonidos del tráfico y soñar con tardes de chocolate junto a ella en la cafetería de la esquina, con esa mano que roza la mía mientras leemos en el mismo salón.
Hoy, como todas las tardes de domingo que no paso junto a ella, sólo me acompaña la añoranza.
Hoy casi no habrá parejas que paseen por el parque, mi hermana no ha podido sacar hoy a las niñas y yo no consigo concentrarme en nada de lo que hago.
Sólo me apetece mirar por la ventana, observar los pasos de las pocas personas que han preferido ignorar el mal tiempo, escuchar los sonidos del tráfico y soñar con tardes de chocolate junto a ella en la cafetería de la esquina, con esa mano que roza la mía mientras leemos en el mismo salón.
Hoy, como todas las tardes de domingo que no paso junto a ella, sólo me acompaña la añoranza.