"You had a chance and you blew it.
You may never get another chance.
You had the floor and you knew it.
You can´t blame it on your circumstance."
(Eric Clapton)
Trabajarse una autoestima a prueba de balas es, para quienes no nos ha sido dada de serie, un arduo proceso que dura toda la vida pero cada pequeña victoria es un impulso para no bajar la guardia y mantenerse en el empeño.
Hacerse mayor es, en este sentido, de gran ayuda cuando hemos acumulado la suficiente experiencia para saber de una forma más o menos certera qué es bueno para nosotras y qué cosas debemos dejar atrás definitivamente. Sin embargo, a veces nos puede ese atavismo por el cual se supone que debemos estar siempre dispuestas al perdón y a dar cuantas oportunidades sean precisas en un ejercicio de empatía en su sentido más perverso.
Cuando, no obstante y obviando tropezones y ocasionales pasos atrás, seguimos un proceso saludable en pos de nuestra autoestima, aprendemos que las segundas -y no digamos las terceras o cuartas- oportunidades están más que sobrevaloradas en más casos de los que imaginamos y prueba de ello es que nos puede la sensación de haber hecho el primo en más ocasiones de las que habríamos querido.
Ahora que nos hemos hecho mayores, que el camino a recorrer es ya menor que el que llevamos andado y que hay que aprovechar el tiempo y las energías con todas esas personas que nos quieren bien y con las que aún nos quedan por conocer ¿qué necesidad tenemos de seguir desperdiciándolos con quien no se lo merece?
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