Nos enseñaron a deslumbrarnos con fuegos de artificio, con esos pequeños detalles que había que agradecer como prueba de amor eterno, pero tuvimos que aprender nosotras solas que debíamos desconfiar de esas chispas que pueden quemarnos pero no calentar el resto del tiempo.
Ahora recuerdo flores cortadas de un jardín y ofrecidas por quien luego me hizo la vida imposible, canciones que me hicieron sentir importante porque me las compuso quien más tarde me hizo sentirme como una mierda, y bombones cuyas cajas tenían un tamaño directamente proporcional al daño que pretendía ser redimido.
Ahora, atrapo el color y el aroma de las flores que observo libres, me compro bombones para celebrar el amor por la vida y tarareo canciones ajenas aunque fueran escritas para otras.
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