"Son ciertos los días
que amanecen radiantes
de nubes mensajeras que te invitan a viajar,
te invitan a soñar.
A veces los días te invitan a viajar,
guiado por la luz de la mañana."
(Manolo García)
Hubo un tiempo que viví y del que no ha quedado mayor certeza que aquellos viajes que intentaban en vano doblar el mapa y acortar una distancia física que, al final de todo, resultó ser más breve que la distancia emocional. El ritual de comprar los billetes tras haber buscado la mejor oferta, preparar la maleta la noche antes y llegar a la estación lo suficientemente temprano como para asegurarme de que nada me haría perder ese tren, es el único recuerdo que recreo cada vez que decido escaparme del ruido. Todo lo demás es único e irrepetible en cada viaje: cambia la luz de las ciudades aunque, a veces, repita destino; cambian las expectativas y, sobre todo, cambia la mirada con la que atrapo al vuelo cada instante precioso y, por eso, cada invitación a viajar sigue siendo indeclinable.
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