Pienso en mi hija, que tiene la misma edad que tenía Ana María Enjamio, la misma que tendría Marta del Castillo si aún viviera. Pienso en mi hijo, que tiene la misma edad que Miguel Carcaño, la misma que el mayor de los violadores de "los sanfermines", más o menos la misma que tenía Diego Yllanes cuando asesinó a Nagore Laffage y, probablemente, aproximada a la del asesino de Ana María Enjamio.
Hoy, como aquel día en que la familia Del Castillo perdió a su hija, pienso en que si mi hijo fuera un violador, un maltratador o un asesino no me dolería menos que el que mi hija fuera violada, maltratada o asesinada. Ver que los violadores, maltratadores y asesinos son cada vez más jóvenes y la acérrima defensa que de ellos hacen sus familiares y amistades me hace preguntarme qué clase de monstruos estamos legando al mundo.
Hoy, como aquel día en que la familia Del Castillo perdió a su hija, pienso en que si mi hijo fuera un violador, un maltratador o un asesino no me dolería menos que el que mi hija fuera violada, maltratada o asesinada. Ver que los violadores, maltratadores y asesinos son cada vez más jóvenes y la acérrima defensa que de ellos hacen sus familiares y amistades me hace preguntarme qué clase de monstruos estamos legando al mundo.
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